Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa, el trastorno por atracón o la bulimia, son problemáticas complejas que no surgen de un único factor. Su aparición responde a una combinación de vulnerabilidades individuales, familiares y sociales, que interactúan con determinados desencadenantes y con circunstancias que perpetúan el problema en el tiempo. Comprender esta dinámica es fundamental para diseñar estrategias de prevención y acompañamiento más eficaces, tanto en quienes lo sufren como en sus familias.
En este artículo se abordan algunos de los factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de los TCA, integrando hallazgos clínicos y experiencias recogidas en el trabajo terapéutico con personas que sufren problemas alimentarios.

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia nerviosa, el trastorno por atracón o la bulimia, son problemáticas complejas que no surgen de un único factor. Su aparición responde a una combinación de vulnerabilidades individuales, familiares y sociales, que interactúan con determinados desencadenantes y con circunstancias que perpetúan el problema en el tiempo. Comprender esta dinámica es fundamental para diseñar estrategias de prevención y acompañamiento más eficaces, tanto en quienes lo sufren como en sus familias.
En este artículo se abordan algunos de los factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de los TCA, integrando hallazgos clínicos y experiencias recogidas en el trabajo terapéutico con personas que sufren problemas alimentarios.
Factores predisponentes Los factores predisponentes son las características previas, presentes antes de que se inicie el trastorno, que aumentan la vulnerabilidad a desarrollar problemas alimentarios. No son suficientes por sí solos para provocar la enfermedad, pero generan en la persona un “terreno” más vulnerable para desarrollarla.
1. Factores individuales
Sobrepeso infantil u obesidad temprana: haber tenido obesidad o sobrepeso en la infancia constituye un factor de riesgo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria en etapas posteriores. No siempre implica experiencias de acoso o rechazo, pero sí puede favorecer una mayor preocupación por la imagen corporal, y en algunos casos, derivar en intentos de control del peso a través de dietas restrictivas o conductas alimentarias poco saludables (Golden et al., 2016; Johnson et al., 2002).
Predisposición genética y factores biológicos: aunque no existe un gen específico, se han identificado factores genéticos que influyen algunos factores como la regulación del apetito o los niveles de serotonina (Watson et al., 2021; Donato et al., 2022).
Esto podria explicar, en una parte, por qué algunos pacientes con anorexia tienen familiares con antecedentes de trastorno de la alimentación.
Rasgos de personalidad: una personalidad obsesiva, rígida y perfeccionista puede precipitar la fijación en el control de la comida o del peso. Otras características asociadas se observan en personas con altos niveles de exigencia y una autocrítica excesiva (Keski-Rahkonen, 2024).
Dificultades de adaptación al entorno escolar: cuando un niño o adolescente no logra integrarse socialmente, las comparaciones con pares pueden aumentar la sensación de insuficiencia y predisponer a desarrollar un TCA problemas para integrarse con los compañeros o bajo rendimiento académico previo pueden favorecer el aislamiento y la comparación negativa con pares.
2. Factores familiares
El papel de la familia resulta clave en la construcción de la conducta alimentaria y en la forma en que la persona afronta sus emociones.
Desestructuración familiar: entornos marcados por conflictos, inestabilidad o falta de comunicación clara pueden generar
mucha inseguridad y dificultar el desarrollo de una base emocional sólida (Johnson et al., 2002).
Sobreprotección y/o criticismo excesivos: cuando la familia oscila entre un elevado nivel de crítica y de control, la persona puede sentir que carece de autonomía, refugiándose en el control de la comida como forma de buscar de una manera poco adaptativa un espacio de independencia y de procurarse la sensación de tener el control sobre algo.
Tanto el control excesivo como las críticas constantes sobre el peso, la comida o el rendimiento dificultan el desarrollo de una identidad autónoma.
Comparaciones con pares o hermanos: los comentarios sobre la apariencia, el rendimiento o el peso alimentan la inseguridad, la baja autoestima (Keski-Rahkonen, 2024) y el miedo a no ser suficiente (Golden et al., 2016).
3. Factores sociales
En nuestra cultura, ciertos mensajes sociales y mediáticos funcionan como factores de riesgo directos:
Valoración social de la delgadez: en muchos entornos, un cuerpo delgado se asocia al éxito, la belleza y la aceptación (Keski-Rahkonen, 2024).
Entornos competitivos: la presión por destacar puede derivar en conductas obsesivas ya que sea en el ámbito del deporte (Keski-Rahkonen, 2024), en los estudios o en lo laboral, la presión por destacar puede traducirse en una obsesión por el control corporal.
Mensajes alimentarios contradictorios: las dietas milagro, el miedo a ciertos alimentos y la sobreinformación generan confusión, facilitando que las personas vulnerables se obsesionen con los alimentos consumidos.
Factores precipitantes
Los factores precipitantes son aquellos eventos vitales o situaciones concretas que desencadenan el inicio del trastorno de la alimentación. Son hechos puntuales y cercanos al momento de inicio de la sintomatología.
Bullying y rechazo social: recibir burlas sobre el cuerpo, la forma de comer o la apariencia física es uno de los principales detonantes de los TCA en la adolescencia (Martínez et al., 2024; Golden et al., 2016; Lie et al., 2021).
Fracaso académico o dificultades escolares: cuando el rendimiento académico no responde a las expectativas propias o familiares, puede vivirse como un fracaso personal, y eso puede facilitar la aparición de síntmas alimentarios que pueden desempeñar la funcion de regulador emocional o como refugio al malestar.
Dificultades sociales y aislamiento: la falta de amistades o el miedo al rechazo pueden llevar a centrar la atención en el propio cuerpo como una forma de “mejorar” la valía personal y de facilitar la adaptación (o eso se pretende) en diferentes entornos sociales.
Cambios corporales propios de la pubertad: el desarrollo físico puede vivirse con ansiedad e insatisfacción sobre todo cuando existe una distorsión de la imagen corporal (Yamamiya et al., 2024).
Inicio de una dieta restrictiva: muchas personas que posteriormente desarrollan anorexia comenzaron con una dieta aparentemente inocente para “cuidarse”. El control de la alimentación se intensifica hasta convertirse en un trastorno (Golden et al., 2016; Yamamiya et al., 2024).
Conflictos familiares o rupturas afectivas: situaciones como discusiones frecuentes en casa, un divorcio o un desengaño amoroso pueden precipitar conductas extremas de restricción o de vómito autoinducido (Johnson et al., 2002).
Situaciones estresantes y proyectos vitales frustrados: no alcanzar metas importantes, fracasar en un objetivo profesional o atravesar un cambio vital significativo son circunstancias que pueden desencadenar la enfermedad (Keski-Rahkonen, 2024).
Factores mantenedores
Una vez iniciado, el trastorno puede perpetuarse por diversos factores que refuerzan los síntomas y dificultan la recuperación.
– Beneficios secundarios de la enfermedad: aunque pueda resultar paradójico, los TCA pueden proporcionar al paciente una sensación de control, atención o reconocimiento, lo que refuerza la conducta problemática.
– Conflictiva familiar persistente: los problemas de comunicación o la falta de apoyo emocional prolongan la dependencia del trastorno como estrategia de afrontamiento.
– Miedo a madurar: en muchos casos, las personas con un problema alimentario tienen miedo a madurar, a no ser capaces de asumir las responsabilidades de la vida adulta. La enfermedad puede convertirse entonces en un refugio seguro y en una forma de tratar de detener el paso del tiempo.
– Ausencia de proyecto vital: cuando la persona carece de objetivos claros o motivaciones, el control sobre la comida se convierte en el centro de su vida. Conseguir que las personas sean capaces de construir y desarrollar un proyecto vital es fundamental para una recuperación exitosa.
Reflexión final
El desarrollo de un trastorno alimentario es el resultado de una compleja interacción entre predisposición, desencadenantes y factores que mantienen el problema. No se trata solo de la ingesta de alimento o del peso, sino de una manifestación de sufrimiento emocional y de dificultades en la construcción de la identidad y del propio desarrollo.
Reconocer los factores de riesgo es clave para la prevención y para intervenir de manera temprana en adolescentes y jóvenes que muestran señales de alerta. La detección precoz, el acompañamiento familiar y la atención a la salud mental son pilares fundamentales para reducir la incidencia y el impacto de estas enfermedades.

Bibliografía
Johnson, J., Cohen, P., Kasen, S., y Brook, J. (2002). Childhood Adversities Associated With Risk for Eating Disorders or Weight Problems During Adolescence or Early Adulthood. American Journal of Psychiatry, 159(3), 394–400. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.159.3.394
Watson H., Palmos A., Hunjan A., Baker J., Yilmaz Z. y Davies H. (2021). Genetics of eating disorders in the genome-wide era. Psychological Medicine, 51(13):2287-2297. doi:10.1017/S0033291720005474